Comentario
Que trata de algunos motines y alteraciones que hubo en algunas Provincias sujetas y ganadas por el imperio, y de otros acaecimientos
Aunque el rey Nezahualpiltzintli deseaba vivir en paz el poco tiempo que le restaba de gozar su señorío, todavía le fue dañosísimo, porque la ociosidad de los soldados y gente militar, fue causa para que muchas de las provincias que el imperio había sujetado, se alterasen y rebelasen, como en estos tiempos lo hicieron los de las naciones mixtecas, tzapotecas, yopicas, tototepecas y tequantepecas, rebelándose algunas de sus ciudades y provincias (que no eran de las menos importantes) viendo que los soldados de los presidios, tierras y fronteras, todo se les iba en ejercitar ciertos juegos, saraos y otros entretenimientos dañosos y no contingentes al arte militar. No tan solamente en estas partes, donde convenía la vigilancia y cuidado que se requiere en la conservación de lo ganado, sino que aún dentro de la misma corte del rey de Tetzcuco, se vivía con mayor descuido y exceso de gustos y pasatiempos, por cuya causa los sujetos y oprimidos comenzaron a buscar medios para poderse librar del yugo que sobre sí les tenía puesto el imperio, y el que más les importó fue el hallar a los soldados de sus ejércitos tan descuidados y tan dados a los placeres y gustos; con que convidaron a algunos, y después de festejarlos les quitaron la vida, y a otros con mano armada los mataron y echaron de sus tierras, como fueron los de Coixtlahuacan, Zozolan, Tototépec, Tequantépec y Yopitzinco, y los otros fueron los de las provincias de hacia Huaxaca, Tlachquiauhco, y los de Malinaltépec, Iztactlalocan, Izquixochitépec y Tlacotépec; por lo que, aunque el rey de Tetzcuco había dejado el ejercicio militar, en estos tiempos fue compelido a juntar sus gentes y formar sus ejércitos, enviándolos con los de los reyes Motecuhzoma y Totoquihuatzin, que vivían con más recato y vigilancia; y así fueron sobre estas provincias, y las sujetaron y redujeron al imperio, volviendo cargados de despojos y cautivos que se sacrificaron a sus falsos dioses, entre los cuales fueron sacrificados Zetécpatl, señor de la provincia de Coixtlahuacan, Nahuixóchitl, señor de la provincia de Zololan, Malinal de la de Tlachquiauhco, y otros muchos señores y capitanes que en estas entradas y en las demás referidas de estos tiempos fueron cautivados. Con que de todo punto sojuzgaron todo el imperio de esta Nueva España, desde los términos de los chichimecas y reino de Michoacan, hasta las últimas provincias que poseyeron los antiquísimos reyes tultecas, que fueron las de Hueymolan, Acalan, Verapaz y Nicarahua, que es todo lo que contiene la tierra de Anáhuac, y desde los cuextecas (que son las provincias de Pánuco), hasta llegar a Huitlapalan, que es lo que llaman el Mar Bermejo o de Cortés, por las costas del Mar del Sur, donde se incluían grandes y espléndidos reinos y provincias, como fueron las de los cohuiscas y yopicas, cuitlatecas, chochonas, mixtecas, tzapotecas, queuhtemaltecas, coatzaqualcas, monoalcas, xicalancas, totonaques, y otras muchas naciones que quedaron de todo punto rendidas, y todas debajo del imperio de las tres cabezas, que tenía la longitud más de cuatrocientas leguas y de latitud desde el Mar del Norte hasta el del Sur. Y porque los autores que han escrito las conquistas que estos señores tuvieron, especificadamente nos las cuentan por extenso, porque las hallaron en sus historias, particularmente en la Monarquía indiana que escribió el diligentísimo Torquemada, sólo refiero lo que me pareció convenía tratar de ellas, según las pinturas y anales que tengo citados. Últimamente, en el año de 1514, fueron tan excesivas las nieves que hubo, que se destruyeron las plantas y arboledas, haciéndose pedazos y desgajándose. En este tiempo se perdió el ejército de las tres cabezas del imperio que iban sobre la provincia de Amantlan, una de las rebeladas como está referido.